Hno. Ricardo N. Mestre ofs
800 AÑOS DE “VIDA Y AMOR”
Uno de los carismas dados por el Espíritu Santo a la Iglesia y a la humanidad está conmemorando los ochocientos años de su existencia. Nos referimos al legado espiritual de Clara y Francisco, ‘lumbreras de Asís’. La Familia Franciscana está celebrando los 800 años de “vida y amor”. Los franciscanos, hoy más que en cualquier otro momento histórico, tenemos una vocación específica y estamos al servicio de una grandiosa misión. Fue el papa Juan Pablo II quién nos recordaba, en el año 1986, cuál era nuestra vocación y misión hoy. Nos exhortaba así: “Les toca a ustedes franciscanos, en primer lugar y en cuanto tales, dar una respuesta al hombre de hoy, educándolo para una correcta visión y digno uso de las cosas, colaborando en la formación de su conciencia según una disposición interior luminosa y equilibrada. La presencia incisiva de ustedes en tal sentido puede significar mucho para la paz y el progreso de la humanidad y la recuperación de los auténticos valores cristianos. Como hijos del santo de la pobreza evangélica, del hombre de la paz, del amigo de la naturaleza, sean los mejores intérpretes del mensaje lanzado por Francisco y Clara a los hombres de su siglo, mensaje siempre actual por su fuerza renovadora de las conciencias y de la sociedad”.
Fue el mismo Papa Juan Pablo II quién acuño los conceptos de “lógica de Asís” y “Espíritu de Asís”. Desde el año 1986 hasta meses antes de su muerte se refirió al “Espíritu de Asís” como el modelo de “convivencia político-social” en el que el mundo moderno tiene que inspirarse. “El mundo necesita el Espíritu de Asís”, repetía con frecuencia. Actuando desde la “lógica de Asís”, es cómo vamos a ir viviendo en el “Espíritu de Asís” que nos anima, espíritu en el cual los franciscanos, y todo hombre y mujer de buena voluntad, “vivimos, nos movemos y existimos”. (Hch 17, 28) Pero, ¿qué es la lógica de Asís? Es, simplemente, un nuevo modo de pensar, radicalmente distinto a la lógica imperante, inspirado en la experiencia y el legado espiritual de Clara y Francisco de Asís. Es un modo particular de “mirar”, de relacionarnos, de convivir, de habitar. “Es un modo de estar en el mundo”. Es la lógica del corazón y no exclusivamente de la razón. Hermosamente lo dice el Principito, “no se ve bien sino con el corazón, -porque- lo esencial es invisible a los ojos”. Clara y Francisco se atrevieron a vivir desde esta nueva lógica y la sostuvieron enérgicamente hasta sus respectivos “tránsitos”. Era tal la seguridad que tenían en la inspiración divina de dicha “forma de vida”, que ante cualquier sugerencia recibida para que adoptasen alguna “regla” ya establecida o alguna “práctica” religiosa largamente probada, se negaban rotundamente.
Francisco llegó a decir: “...no quiero que me mencionéis regla alguna, ni de san Benito, ni de san Agustín, ni de san Bernardo, ni otro camino o forma de vida fuera de aquella que el Señor misericordiosamente me mostró y me dio…”(EP 68). Y Clara, a su vez, enseñaba esto a sus hermanas: “Y, si alguien te dijere o sugiriere algo que estorbe tu perfección, o que parezca contrario a tu vocación divina, aunque estés en el deber de respetarle, no sigas su consejo, sino abraza como virgen pobre a Cristo pobre” (2CtaCl 17-18).
Seducidos, sugeridos y exhortados a que renuncien y desistan de la “nueva lógica” desde la cual se proponían vivir y adopten la “lógica del sistema vigente”, fueron fieles a la vocación recibida, para alegría de algunos y confusión de muchos. Francisco, firme y claro en su propósito, escribió: “Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio” (Test 14). Más aún, cuando los reclamos fueron insistentes, afirmó: “Y me dijo el Señor que quería que yo fuera un nuevo loco en este mundo...” (EP 68). Feliz locura que nos mantiene sensatos..! Ya ha sucedido a lo largo de la historia que, pretender vivir desde un paradigma diferente al del sistema vigente, ha sido catalogado como “locura, insensatez y escándalo” por “los sabios” del momento. Y a propósito de esto, no puedo dejar de recordarles que la predicación de los primeros cristianos resultaba en “escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1Cor 1, 23) porque subvertía todo un orden social y religioso establecido. Pero, por experiencia, Clara y Francisco, y muchos hombres y mujeres a través del tiempo, supieron que “la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres” (1Cor 1, 25).
La “lógica de Asís” es, finalmente, la “lógica que resulta de una experiencia divina que nos transforma”; no es adherir a una doctrina ni alinearse con algún sistema de pensamiento. Es vivir radicalmente la propuesta de la “hermandad universal fundados en el amor de Dios”, y esa “forma de vida” se vuelve “revolucionaria” sin más. En Francisco, no fue su doctrina sino su vida la que fue convincente y desafiante. Este fue y es su testimonio implacable. En palabras del Papa Benedicto XVI, siendo todavía Prefecto de la Congregación de la Fe: “En toda la Historia no hay ninguna crítica tan tajante ni más aguda a la Iglesia, que la hecha por Francisco a través de su forma de vida”. Él es lo que él vivió. Esto es lo increíblemente humano en él, que atrajo a tanta gente en su época, y que sigue hoy en día entusiasmando a tantos. Cabe aclarar que lo que aquí se dice de Francisco, es igualmente aplicable a Clara, “su alma gemela”, porque, en palabras del Papa Juan Pablo II, “...es difícil separar éstos dos nombres: Clara y Francisco…
El binomio Francisco-Clara es una realidad que solo se entiende con categorías cristianas, espirituales, del cielo…”(Del discurso improvisado a las Clarisas de Asís). Vivir desde la “lógica de Asís” exige una verdadera conversión, “metanoia” – en lenguaje bíblico–, exige mudar nuestra manera habitual de pensar, cambiar nuestra óptica, nuestra manera de ver el mundo; ‘ensayar’ un nuevo modo de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás, con la creación y con el cosmos.
Solo así podremos hacer realidad un nuevo modo de convivencia fraterna y social. Por tanto, el franciscano vive una espiritualidad que, como un gran árbol, nutre en Cristo sus raíces pero en sus ramas, todos “los pájaros del cielo pueden cobijase a su sombra”. (Cfr. Mc 4, 32) Tenemos una tradición que es patrimonio de la Iglesia y de la humanidad, y todo ello configura nuestra manera de ver, de sentir, de pensar, de sufrir la realidad, “nuestra modo de ser y de estar en el mundo”. Y, puesto que el franciscano tiene una cosmovisión determinada por los elementos antes enumerados, para sumergirse en esa realidad, para adentrarse en la “lógica de Asís”, experimentar su profundidad y descubrir su sentido, dispone de un estilo propio, de una pedagogía particular que le ayuda a iniciar y a desarrollar esa búsqueda y la propone a los demás. Tal “estilo educativo-pedagógico” es el gran aporte que hoy, a 800 años del inicio de ésta aventura evangélica iniciada por los “Pobres de Asís”, los franciscanos podemos y debemos ofrecer.
En este sentido, la “la fraternidad franciscana en sí misma es un acto profético”, cuando se es fiel al carisma de la hermandad. Es en el ámbito de las fraternidades dónde ensayamos el nuevo modelo de convivencia social, viviendo desde la “lógica de Asís”. La fraternidad es como el “microcosmos” social dónde sentamos las bases para vivir esta propuesta evangélica en el “macrocosmos” de la sociedad toda, porque como bien dice Jesús: “El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho” (Lc 6, 10). En este punto no nos podemos engañar, si no somos capaces de forjar “el hombre nuevo” en el ámbito propio de nuestras fraternidades –en lo pequeño–, será casi imposible hacerlo en la jungla del contexto social actual –en lo mucho –, donde prevalece la “lógica del ego”.
La propuesta de la mística franciscana está abierta, no sólo a los cristianos en general, sino también a todo hombre y mujer que sienta el deseo sincero de forjar un mundo más humano, pacífico, fraterno y solidario. “El cristiano del siglo XXI será místico o no será cristiano”, decía el gran teólogo Karl Rahner. Yo me atrevo a decir: “El hombre y la mujer del siglo XXI serán místicos o no serán”. La mística es "experiencia amorosa"; que se realiza en el encuentro con Dios, ésta invade la intimidad de la persona, se adueña de su vida y se convierte en la fuerza más determinante del alma. Desde esa experiencia, todos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones son guiados por la voluntad amorosa de Dios. ¿No fue esto, acaso, la experiencia de Clara y Francisco? Y es en este sentido que los franciscanos, desde nuestro secular patrimonio teológico-espiritual, tenemos mucho para ofrecer, para proponer, para brindar. Será así que, nuevamente, “el Espíritu de Asís” soplará sobre la faz de la tierra, inaugurando “la era de un nuevo y renovado humanismo franciscano”.
PAZ Y BIEN